domingo, 5 de junio de 2011

1,9-90-21...¡ESTO ES HISTORIA!



Esas son las tres cifras mágicas. La distancia a recorrer en un medio ironman. 1900m nadando, 90 kilómetros en bicicleta y finalmente 21 kilómetros corriendo (una media maratón).

Todo empezó el año pasado, cuando acompañé a Oscar a correr la Segunda edición del Half-Challenge en la localidad de Calella (Barcelona). En aquel momento, mediados de Mayo del 2010, aún no había corrido ningún triatlón aunque sí que tenía la intención de correr alguno ese verano.
Para mí, era entonces imposible plantearse esa distancia, 1.9-90-21, cifras, pensaba yo, únicamente alcanzables por unos pocos elegidos.
Oscar corrió, y corrió bien. En ese mismo momento empezó a entrarme el gusanillo, y la idea de participar en el Half Challenge se coló sigilosamente en mi cabeza.

Ese verano me estrené en Triatlón, concretamente en el “sprint” de Barakaldo. Corrí otros tres, el de Almazán (Soria), el del Club Natación Pamplona (Olímpico) y por último un “sprint” en San Vicente de la Varquera.

Terminada ya la temporada era el momento de reflexionar y de plantearse un nuevo objetivo para el año siguiente. Lo tenía claro. Mi objetivo sería participar en el Half- Challenge del 2011 y llegar a meta.
Así pues y tras un pequeño descanso (merecido) en Septiembre, empecé a entrenar nuevamente en Octubre. En mi cabeza siempre un único objetivo, el medio ironman del 29 de Mayo. Cada vez que iba a nadar, que salía con la bici o salía a correr pensaba en ese día y en que todos mis esfuerzos iban dirigidos a participar y llegar a meta en unas condiciones más o menos decentes.

Los meses fueron pasando, así como horas y horas de entrenamiento y por fin, casi sin esperarlo me vi de repente en una playa, con un traje de neopreno y con otra multitud de “locos” como yo deambulando a mi alrededor. Pero, ¿cómo hemos llegado a este punto?. Vamos a retroceder un día para averiguarlo y ver los preparativos de la carrera.

El 28 de Mayo, sobre las 7.30, salimos de Pamplona. El coche cargado hasta arriba (lleva mucha “intendencia” esto del triatlón) y Oscar y yo a los mandos.
Tras un pequeño error que nos llevó a conducir 40 kilómetros más, llegamos finalmente a Calella sobre las dos de la tarde. Descargamos todo en el hotel y nos fuimos rápidamente a comer algo (los boxes para nuestra categoría abrían de 14.30h a 16.00h). Tras la comida preparamos las bicis, cascos y zapatillas y nos fuimos a la zona de boxes. Recogimos los dorsales y dejamos ya las bicis en su sitio. La zona estaba ya animada, con multitud de gente, triatletas, acompañantes, curiosos…
Descansamos un rato en el hotel y sobre las ocho de la tarde nos fuimos a disfrutar de la “Pasta Party”, que la organización del evento ofrecía a los competidores.
Con el estomago lleno nos dirigimos nuevamente al hotel y a descansar (cosa que algún eufórico seguidor del Barça, que había ganado la “Champions”, parece que no quería que hiciéramos).

Suena el despertador. 5.30 de la mañana. Día de la carrera. Una rápida ducha para despejarse y a desayunar. Tomé un desayuno normal, como el que suelo tomar a diario. Leche con cereales, tostadas con mantequilla y miel, fruta y zumo.
Salimos del hotel con una temperatura muy agradable y el cielo despejado. Durante el trayecto a los boxes iban apareciendo otros triatletas hasta que poco a poco nos convertimos en una pequeña “marea” que invadía todo. Justo al llegar a los boxes me doy cuenta de un pequeño detalle, me había olvidado los botellines de la bici en el hotel. Ya no había tiempo para volver así que tendría que fiarme de los avituallamientos.
La verdad es que no es difícil olvidarse algo en un triatlón. Que si el neopreno, tritraje, gorro, gafas, tapones para los oídos, crema calentadora, calcetines, zapatillas de correr, zapatillas para la bici, gafas de sol, crema solar, dorsal, cinta para el dorsal, geles…¿me dejo algo?, probablemente sí. En fín, que salí sin botellines, pero tampoco hubo mayor problema.

Dentro de la zona de boxes había gente por todos lados, competidores, jueces, personas de la organización, voluntarios…
Con calma y tranquilidad ( que es lo mejor que se puede hacer) nos fuimos preparando (Oscar siempre algo más rápido que yo, como es habitual). Y, de repente, allí estaba yo, “solo”, en la playa. Oscar calentando por ahí y yo rodeado de un millar de triatletas deseosos de entrar ya en faena. Este es el típico momento en el que piensas: “¿Pero qué co…pinto yo aquí?”, “no estoy lo suficientemente preparado”, etc. Pensamientos “fatalistas”, muy típicos antes de cualquier examen o competición. Afortunadamente esos pensamientos duran muy pocos segundos y enseguida recapacitas y te dices a ti mismo que estás preparado y que has entrenado mucho para llegar a este momento en condiciones más que suficientes.

Me metí al agua y apenas calenté 50m porqué enseguida, desde una moto de la organización, nos mandaban salir ya a la playa. Las salidas estaban ya a punto de darse.
Y llegó la hora. Allí estaba yo, junto a otras ciento y pico personas (de mi categoría), en frente del “deep blue sea”. Me encomendé a Dios, a Pelayo y a la Santina y de repente, sin esperarlo, sonó una bocina. No pensé nada y actué como un autómata saliendo disparado hacia el agua. El contacto con el líquido elemento me sacó rápidamente del momento de paz, calma y quietud que precedió a la bocina.
El agua, los manotazos, empujones…te vuelven a llevar a la realidad. Y despiertas. Los primeros metros los pasé mal. Mucha gente, mucho agobio. Hasta que por fín, pasados unos metros, encuentras tu propio espacio y empiezas a nadar cómodo.
Se puede decir que disfruté de la natación. No se me hicieron pesados los 1900 metros. A veces (muy pocas), pasaba a alguno, otras veces me pasaban a mi y otras iba acompañado, en paralelo, con otros triatletas de mi nivel.
Primera boya, segunda boya, tercera boya y por fin la cuarta y última boya, tras la que enfilábamos ya el último tramo hasta la playa.

Salí del agua algo mareado y me dirigí andando tranquilamente hasta los boxes. Cambio de traje, un poco de descanso y a por la bici. La primera parte estaba superada y en la cabeza ya tenía claro que iba a poder con todo. En mi caso (que no había participado el año anterior), sólo tenía un objetivo, que era llegar a meta, sin importar tiempo. Eso me daba mucha tranquilidad y me quitaba todo tipo de presión o agobio.

Con muy buenas sensaciones en la cabeza y sabiendo que lo estaba haciendo bien, comencé el recorrido de 90 km en bici.
Primero, un breve circuito por la ciudad y tras la primera rotonda tomamos ya la carretera hacia Mataró. Paré en el primer avituallamiento y cogí dos bidones, uno de agua y otro de isostar. 90 kilómetros se abrían ante mi. ¡Podría con ellos!.
En la ida hacia Mataró había algo de aire en contra. Bueno, “¡a la vuelta será a favor!”, pensé para mis adentros. Estaba equivocado. No sé porque milagro de la física pero el aire era en contra a la ida y a la vuelta. ¡Ye lo que hay!, habría que tirar con el y aguantarse. ¡No quedaba otra!.
Poco a poco fueron pasando los kilómetros y he de decir que de una manera bastante amena. Disfrutaba de las vistas, observabas a otros corredores, tu pasabas a unos, otros te pasaban a ti, rotondas, avituallamientos, geles, cambios de desarrollo, apretar un poco más en el llano…la verdad es que no había motivos para aburrirse.

El sector de la bici pasó, como digo, casi sin enterarse. Cuando me quise dar cuenta estaba nuevamente en la zona de boxes, dejando la bicicleta y dirigiéndome hacia la carpa donde teníamos la ropa de carrera. Con tranquilidad me calcé mis Asics, me puse crema solar (que el astro rey estaba ya apretando) y me dispuse a afrontar la última parte del triatlón, una media maratón donde sin duda todo el mundo iba a sufrir.
Recuerdo que a otro triatleta que andaba también cambiándose a mi lado, le dije “Bueno, el triatlón de verdad comienza ahora”. El me contestó: “para mi sí, yo corro por relevos y mi única prueba es esta”. Por supuesto yo no había previsto esa contestación, pero pensé para mis adentros: “afortunado tú”.
Tras esta breve conversación, me mentalicé para sufrir, tomé aire y comencé la carrera.

Los primeros metros corrí extraordinariamente bien, con muy buenas sensaciones y sin “apenas” cansancio. Recuerdo que me extrañó bastante. De hecho, creo que los dos o tres primeros kilómetros los hice a unos 4´40´´ el km. Bastante rápido para ser yo y para llevar la paliza que llevaba.
Más tarde, en algún momento antes del kilómetro cinco, apareció, de repente, todo el cansancio de los kilómetros anteriores. Mis piernas, ágiles hasta el kilómetro tres, comenzaron a pesar y a moverse de una forma más lenta, y comenzó el calvario. Mentalmente ya había planeado la carrera a pie, y me ajusté al plan. Los avituallamientos estaban cada 2,5km. El plan era correr hasta cada avituallamiento y en cada uno de ellos tomar geles y andar un poco para descansar.
Aunque estaba cansado me encontraba bastante bien, así que me paré en los avituallamientos del km 5-10-15 y el del 17,5 (justo el anterior a meta).
En la carrera se pasa mal y se sufre, aunque puedo decir que mi sufrimiento comenzó a partir del km 10, con lo que “sólo” sufrí la mitad de la carrera. Al final horas y horas de entrenamiento tenían que valer para algo. El sol y el calor también tuvieron buena culpa del sufrimiento de todos los corredores. Ni una nube en el cielo y una temperatura rondando los 30ºC.

Finalmente y acordándome de todas las horas de entrenamiento, de familia, amigos y todos los que en mayor o menor medida me han apoyado en esta “locura” de prueba, crucé la meta y un señor muy amable me colgó una medalla al cuello que me acreditaba como “finisher” del medio ironman.
Todo terminó, me invadió una sensación de paz, de calma, de tranquilidad, del “deber” del objetivo cumplido y me senté en una silla a descansar. “No fue para tanto” pensaba para mis adentros, aunque también me daba cuenta de que este tipo de pruebas no las hace cualquiera, lo cual me llenaba de orgullo.

Más tarde apareció Oscar, algo decepcionado con su tiempo. Tras el breve intercambio de las primeras impresiones de cada uno nos dirigimos a los boxes para recoger todo e irnos de vuelta al hotel para disfrutar de un merecido descanso.
Y así terminó mi primera participación en mi primer triatlón de larga distancia. Muy muy contento.
Chapó también para toda la organización del half-challenge.

Prueba: III Half Challenge, triatlón del Maresme.
Fecha: 29 de Mayo de 2011
Distancia: 1.900m-90km-21km
Tiempo final : 5h 28min 52seg
Parcial 1: 36min 13seg
Parcial 2: 2h 43min 13seg
Parcial 3: 2h 02min 08seg
Posición final: 638 de un total de 1067 triatletas que finalizaron la prueba.